lunes, 29 de agosto de 2016

El chicle

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Tiene el pelo lacio de color castaño, recortado sobre los hombros. Luce falda de tablas por encima de las rodillas, calcetines largos de color azul oscuro y zapatos negros. Cuando no fuma mastica chicle sin parar, mientras consume la distancia que separa su portal de la verja del colegio. Siempre va sola, camina de forma garbosa tratando de imitar a las chicas de las pasarelas, sólo que en lugar de lucir delicados modelitos de alta costura, luce una mochila llena de libros que le hacen doblar el cuello hacia un lado, para contrarrestar el peso de la cultura en el hombro contrario. Al dar una calada, baja la mirada, para que se vea su buen gusto en el rimel. A nadie mira a los ojos, pero se sabe observada y eso le basta y le sobra para complacer su ego. Durante el trayecto suele sonarle el móvil dos o tres veces, y puede oírse su cálida voz contestar con firmeza y sin el menor atisbo de rubor. El obrero de casco amarillo tiene agotado el repertorio de frases ocurrentes, y aunque sus compañeros le animan para que no decaiga su ímpetu, ya está pensando bajar a la calle y esperarla a pie de obra, para decirle algunas cosas con más intimidad. En su mano lleva un chicle, con el que piensa conquistarla.



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