Sábado, 8 de Julio de 2006
De las pocas noticias que nos llegan de España, sabemos que
por allí anda el Papa y que los sanfermines han comenzado la absurda cuenta de
los heridos por asta de toro. La mañana amenaza lluvia, aunque salimos como
todos los días porque la temperatura sigue siendo muy buena. Aquí mismo en las
tapias del cementerio se monta un mercadillo, tipo sevillano, donde cada cual
vende lo que puede, casi todo artesanal. Adquirimos nuestra primera taza de
mate aunque aún no sabemos a que sabe. Descubrimos que tenemos muy cerca la Facultad de Derecho en un
edificio antiguo de grandes escalinatas. Vemos la primera bandera española
junto a la italiana en una pancarta que cuelga sobre un puente peatonal en la Avenida Libertador.
Nos acercamos a la zona portuaria buscando la Reserva ecológica
Costanera. Por el camino podemos observar la monumentabilidad de los edificios
modernos de gran altura, rectos, de fachadas acristaladas que rompen el cielo
con su estatura. Atravesamos en taxi Puerto Madero, lugar lujoso que ya
visitaremos y nos adentramos en Costanera Sur. El taxista amablemente nos da un
vueltecita por el monumento a los Reyes Católicos, situado en un extremo del
Parque y rodeado de un ambiente inhóspito: no hacemos comentarios. Nos
encontramos ante la primera laguna y las primeras fotos a unas fochas
bonaerenses hambrientas que no les importa estar cerca de la gente. Nos
adentramos por una pista de tierra, recorrida por ciclistas y gente practicando
deporte entre algún que otro caminante. Entre fotos y paseo agradable llegamos
al Río de la Plata,
esa enormidad de río con sus olas y buques navegando como en mar adentro. Un
parque lleno de boyscauts nos sirve de lugar de descanso y desde allí para no
perder las costumbres propias de la gente de Driades, cogemos por el camino
equivocado y nos vemos forzados a salir por otra puerta que no pretendíamos. Al
poco nos vemos sentados en un restaurante italiano degustando tallarines a los
cuatro quesos y merluza rebosada: Todo rico. Culmina el momento con un buen
tazón de café y la incertidumbre de saber si los portugueses podrán con los
alemanes. Como ya sabemos el terreno que pisamos, nos pasamos por la Avenida Corrientes
para sacar las entradas para Les Luthiers y ni cortos ni perezosos las cogemos
para este mismo día en vista de que había sitio. Desde que salimos del
restaurante la tarde se mete en agua, así que nos refugiamos en nuestra querida
Azcuénaga hasta que pase la tormenta. A las nueve de la noche ya estamos arregladitos
y dispuestos para asistir a nuestra primera función teatral. El teatro Rex nos
espera y aunque no es nada espectacular si es bastante grande y de butacas
cómodas aunque no modernas. Les Luthiers están algo más flojo de lo habitual
aunque es una gozada comprobar como se les quiere por esta tierra: y por más
que el acomodador se empeña en situarnos en los asientos que no nos
corresponde, disfrutamos del espectáculo todo lo que podemos. Con esto y un
alfajor que nos habían regalado por la calle nos metemos en la cama sin más
preámbulos.
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