Fue a buscar su bicicleta y se
encontró con los restos del candado con la que la dejó atada. Con el trabajo
que siempre le costaba abrirlo, ¿cómo es posible que lo hayan podido forzar tan
fácilmente?. Esto es cosa de hombres, pero se van a enterar, ella sabe donde
encontrarla, ya verás el próximo jueves, ya verás. Estaba segura que ningún
chorizo del tres al cuarto se iba a fijar en la marca que ella le había echo,
de la que tenía hasta fotografías por si algún día se presentaba el caso en el
que ahora se encontraba, porque ella era consciente que le cambiarían el color,
le pondrían el sillín de otra, le modificarían el manillar, los pedales, el
transportín y por supuesto todos los adornos personales, pero lo que es seguro,
es que no borrarían la marca identificativa y cuando ella se presentase con el
municipal de la mano y la foto, se le iba a caer el pelo al pazguato que ahora
pretendía vender su bici. Aquel jueves se recorrió toda la calle unas
cuantas veces de abajo arriba y de
arriba abajo, y todas las bicis que vendían de segunda mano, carecían de la
marca que tan ansiosa buscaba, tan sólo hubo una que le parecía ligeramente
sospechosa porque poseía todo lo que ella conocía de su bicicleta, pero no
podía ser la suya: le faltaba lo principal, no tenía la marca que ella tan
cuidadosamente había labrado en su día y ahora llevaba en la foto. Así que
esperó al siguiente jueves. Y al otro, y al otro.
sábado, 31 de octubre de 2015
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